Para un director fascinado por el cine clásico americano, el creado por John Ford, Nicholas Ray, Howard Hawks o Samuel Fuller, rodar en Estados Unidos, por muy alemán que fuera ese realizador, suponía cumplir un sueño. Eso le ocurrió a Wim Wenders (Düsseldorf, 77 años) a finales de los años setenta, cuando ya se había labrado un nombre como autor de interés en el cine europeo. Ahora bien, los sueños se hacen realidad de maneras muy torticeras: Wenders aceptó una propuesta de Francis Ford Coppola para dirigir El hombre de Chinatown (Hammett), un guion en el que el escritor de novelas de misterio Dashiell Hammett se convertía él mismo en protagonista de una intriga noir. Aquel encargo que Warner destrozó en 1982 para consternación de Coppola y de Wenders —“Dediqué años de mi vida, me mudé allí solo para un resultado infernal”— fue, sin embargo, fundamental para que el alemán decidiera que solo volvería a dirigir con absoluta libertad y, al menos durante los siguientes años, sin un guion cerrado previo. De esa forma, en la primavera de 1983 se lanzó a filmar en el suroeste de Texas una película que un año más tarde ganaría la Palma de Oro de Cannes y que golpeó el alma del público de todo el mundo. Hace cuarenta primaveras, Wenders empezó a filmar Paris, Texas.
El director alemán ganó la Palma de Oro de Cannes con un drama de desamor y reconstrucción vital escrito por Sam Shepard y protagonizado por Harry Dean Stanton y Nastassja KinskiLeer más