David González (San Andrés de los Tacones, Gijón, 59 años) empezó a escribir cuando ingresó, entrado apenas en la veintena, en la cárcel gijonesa de El Coto, condenado por participar en un robo a mano armada. Entró atracador y, tres años después, salió poeta. Era lo más parecido a un poeta maldito que la literatura española ha dado en las últimas décadas. Él, de hecho, se sentía maldito y, como tal, practicaba el malditismo. Nada más maldito que morirse: su vida terminó el pasado lunes en su ciudad natal, víctima de un cáncer de esófago. Su último poemario, La canción de la luciérnaga (Páramo), que suena a despedida, se había publicado solo unos días antes.
El escritor, iniciado en la poesía durante una condena por atraco a mano armada, había transitado la senda del realismo sucio. En 2016 anunció que se iba a quitar la vida a base de drogas y alcohol. Al final se lo llevo el cáncerLeer más