La llamaban Manos de Oro. Soñka, manos de oro. La cara redonda, la boca dulce y habladora, la mirada pícara, la belleza misteriosa de quien algo esconde. Eso buscaba ella: lo que escondían los demás. En los bolsos, en las carteras, en las joyerías, en los trenes, en los hoteles más lujosos de Odesa, Moscú y San Petersburgo. Robar y estafar era su oficio. Y era la mejor; una leyenda en la Europa del Este del siglo XIX. Su nombre era larguísimo —Sheindla-Sura Leibova Salomoshak-Bluwstein, nacida en Varsovia, en 1846— pero sus apodos en la prensa rusa jamás se olvidaban: “El diablo con falda”, “la zarina del crimen”, “la versión femenina de Robin Hood”.
La poeta Natalia Litvinova reconstruye en versos en ‘Soñka, manos de oro’ la leyenda de una ladrona mítica en el Imperio ruso, y Dacia Maraini revive el lumpen de la Italia de posguerra en ‘Memorias de una ladrona’, novela que se publica ahora en españolLeer más