En la casa de fieras del parque del Retiro —hoy reconvertida en la Biblioteca Eugenio Trías— tres autores hablaron el domingo pasado sobre los límites entre la literatura de la memoria y la autoficción, en uno de los coloquios organizados con motivo de la Feria del Libro de Madrid. Alberto Moreno se refirió a cuando su yo “sonaba demasiado a yo” mientras escribía Las películas que no vi con mi padre (Círculo de Tiza); David Jiménez argumentaba a favor de no haber usado nombres reales en El director (Libros del KO) y Milena Busquets no dudaba en afirmar que “escribir es un trabajo de seducción”. En su recién aparecido diario, Las palabras justas (Anagrama), Busquets, concisa y directa, escribe sobre la escurridiza etiqueta: “El término autoficción desaparecerá, de hecho, ya está desapareciendo, pero habrá servido para señalar una tendencia y un camino”.
Tras la explosión de los últimos años y éxitos como el de Karl Ove Kanusgård, el subgénero de la escritura autobiográfica que mezcla realidad y ficción adopta nuevas formas. El diario de Milena Busquets o la ciencia-ficción de Andrea Chapela son dos de los ejemplos más recientesLeer más