Cultura

La agobiante ocupación del recinto del Primavera Sound marca su primera noche

Gente, gente y más gente. Se mirase donde se mirase. Más gente que nunca, hasta quizás demasiada. Si esa era la intuición a primeras horas de la tarde-noche, la oscuridad trajo la confirmación de que este año el Primavera Sound se ha masificado hasta extremos que rayan la incomodidad, acentuada porque en diversas zonas de tránsito las colas que se forman en los bares interrumpen el paso de la multitud al atravesar perpendicularmente los pasillos de circulación. Parafraseando a Isabel Ayuso, ariete de las exigencias del festival al consistorio barcelonés, si la fórmula libertad con cañitas garantiza la felicidad, el Primavera dificulta ambas cosas: beber requiere esperas dilatadas y la libertad de escoger, que es el tuétano de la oferta festivalera, resulta imposible, pues para ver no ya en primera fila sino sólo en condiciones algunos conciertos se ha de guardar el sitio con una antelación que imposibilita ese feliz deambular que se asocia a la libertad de elección. A este paso, únicamente ser campeón de sumo garantizará tener espacio asegurado. O haber plantado sombrillas en Torrevieja. La organización ha reconocido los problemas y afirma que se esfuerza en solucionarlos.

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